domingo, 20 de octubre de 2013

¡Aquí no hay wifi!

Estamos tecnológicamente agotados. El tiempo que pasamos fuera de Internet a través de dispositivos móviles no supera los 10 minutos. Internet es tan absorbente que todo lo que sucede fuera de la Red acaba resultando gris y aburrido. Si corre usted el peligro de ser un obeso digital, póngase a dieta.



ILUSTRACIÓN DE HEY
La primera dieta detox digital
la inició Daniel Sieberg, reportero especializado en tecnología. Había probado todos los gadgets posibles y acabó enganchado. Se sometió voluntariamente a un ayuno. “Era un obeso digital y necesitaba desintoxicación”, explica en el libro Digital diet (Three Rivers Press, 2011), donde narra su sistema de cuatro pasos que permite hacer retiros digitales a la carta.
Las reglas son como un mantra
Vivo en el mundo real: la pantalla no debe ser mi única conexión social. Tengo que elegir entre personas y aparatos.No tengo miedo a estar desconectado. Confío en mis instintos: si creo que pierdo tiempo en Internet, seguramente es verdad.No usaré el teléfono cuando estoy cenando.
El lujo, desenchufado
En un inesperado giro, los gurús del marketing han decretado las zonas libres de wifi como el ‘summum’ de la elegancia. Así, los hoteles Marriot del Caribe y México han abierto zonas ‘tech free’ para sus clientes. El lujo es el silencio.
El experimento más largo de desconexión
lo puso en marcha Paul Miller, redactor del blog The Verge. Decidió tomarse un año sabático de los bits. Escribía en Word y cada día llevaba su texto en un pincho para que sus compañeros lo publicaran en Internet. Renunció al e-mail, a Skype, a los sistemas de geolocalización y a Google. El primer mes mejoró su vida social, pero al tercero ya estaba enganchado a un videojuego. Su conclusión: su actitud no había cambiado.
La versión más extrema tuvo lugar en Silicon Valley
A dos horas y media de San Francisco está el Camp Grounded, territorio libre de Internet. Al entrar son requisados móviles, ordenadores y tabletas; también el reloj, el DNI y la tarjeta de crédito. Quien entre a este templo debe estar dispuesto a dejarlo todo atrás: “Desconectar para reconectar”, según dicen sus guías espirituales. Aquí se viene a mirar las estrellas, a andar por la montaña y a practicar el tiro con arco. La disciplina es férrea.
Una vida libre de Internet
Mientras muchos no pueden imaginar su existencia sin navegar por la Red, otros ni siquiera se enganchan todos los días. Un estudio realizado por el Pew Research Center afirma que uno de cada siete estadounidenses no se conecta nunca a Internet. Estas son sus razones: “No me interesa, no quiero conectarme y no creo que lo necesite” (34%), “No tengo ordenador” (13%), “No tengo acceso a Internet” (7%), “Es demasiado caro” (6%), “Prefiero mantener la privacidad, y evitar los virus y los hackers” (3%), “Es una pérdida de tiempo” (4%). La realidad es que la desconexión total es una excentricidad que no todos se pueden permitir. Según los gurús de los bits, la duración razonable de un día electrónico oscila entre 90 minutos y tres horas. Mucho más tiempo conectado es gula.

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