domingo, 30 de noviembre de 2014

Novedad: carne cultivada en el laboratorio.

Recibo de manera gratuita, y sin haberlas pedido, diversas revistas dirigidas a los profesionales de la industria agroalimentaria. Sin duda han debido de dar conmigo…

Creo que esperan que mantenga informados a mis lectores sobre sus innovaciones. Pues hoy no voy a decepcionarles. Prepárese. 

En de “The World of Food Ingredients”, una revista profesional que se presenta como “líder en nutrición” y que cuesta 25 euros el ejemplar (¡!), he leído que en agosto de 2013 se había servido por primera vez, en un salón en Londres, una hamburguesa creada íntegramente a base de carne cultivada. Según el autor del artículo, Henk Hoogenkamp, experto en proteínas mundialmente conocido y especialista en biomateriales y medicina regenerativa, se trata del preludio de una revolución alimentaria de ámbito mundial. 

La técnica consiste en extraer células madre del músculo de un animal y hacer que se reproduzcan en laboratorio en un baño de nutrientes. El resultado es “sorprendentemente parecido a la carne animal”, explica Henk Hoogenkamp. 

El problema, no obstante, es que sin duda será difícil convencer a la gente para que consuma esta carne creada en laboratorio. Pero Henk Hoogenkamp tiene la solución: 

El problema de que los consumidores no acepten la carne de cultivo es casi más importante que los problemas tecnológicos en sí. Va a resultar esencial que se combine la carne de buey de cultivo con otros tejidos animales como la grasa, los tejidos conjuntivos y la sangre. El color rojo de la carne procede de la hemoglobina, pero es posible añadir a la carne cultivada un colorante natural de hemoglobina, que se puede comprar, que contiene glóbulos rojos. No obstante, en el futuro, también será posible producir glóbulos rojos en laboratorio, lo que suprimirá la necesidad de contar con sangre animal”. 

Ocurre lo mismo con las grasas y resto de tejidos. Pero esto no es todo. Henk Hoogenkamp explica también algo tan interesante o más que el cultivo de carne: ya es posible criar insectos de forma industrial para proporcionar las proteínas necesarias para la alimentación humana. Para que se puedan consumir, hay que mezclar estas proteínas de insectos con sustancias vegetales.

Las proteínas de los insectos son de alta calidad y también se pueden adaptar para simular los tejidos animales. Además, las proteínas hidrolizadas de insectos se pueden añadir a las proteínas vegetales para completarlas con aminoácidos esenciales. Después de las bacterias y los hongos, los insectos se encuentran entre los organismos más eficientes del planeta, ya que necesitan poca energía y alimento para desarrollarse. Ya se cuenta con el conocimiento y la tecnología necesarios para cultivar insectos, que ofrecen ventajas comparables a las de la carne cultivada”. 

Lo peor de todo –lo peor, estimado lector– es que después de haber leído el artículo entero, tengo la absoluta y triste convicción de que la humanidad acabará alimentándose de proteínas de insectos y de carne cultivada de aquí a quince años como muy tarde. Probablemente no sea su caso, ni el mío, pero sí el de nuestros compañeros de trabajo, amigos e incluso quizá el de nuestros hijos o nuestro entorno más cercano. 

Ahora veremos por qué: 

Henk Hoogenkamp explica que una única extracción de células madre de un solo animal podría producir 20.000 toneladas de buey de cultivo o, dicho de otra forma, 175 millones de hamburguesas. 

Explica también que ya que más del 50% de la producción actual de carne de buey se consume picada, en hamburguesas o platos preparados, no hay razón objetiva para seguir produciéndola a gran coste con animales vivos. 

La carne cultivada es también, según su criterio, más sana, ya que no hay riesgo de contagio por salmonela, por escherichia coli o por la enfermedad de las vacas locas. Su consumo reduciría por tanto el riesgo de cáncer, enfermedades cardiovasculares y diabetes en los humanos. 

Afirma además que la carne cultivada es claramente más ecológica que la carne del ganado: producir un kilo de carne requiere 9 kilos de alimento y 2.000 litros de agua. Además, la ganadería ocupa el 70 % de las tierras agrícolas, ya sea como pastos o para la producción de alimento para el ganado. 

La carne de buey de cultivo podría reducir las necesidades de tierras agrícolas y, respecto a las explotaciones ganaderas en batería, también reduciría la emisión de metano y de gases de efecto invernadero”. 

Para concluir, añade: “La producción de carne in vitro con células madre, también llamada carne cultivada, es posiblemente una alternativa ecológica y sostenible respecto a los ciclos de crecimiento ineficaces del ganado”. 

Sin duda éste es el motivo por el que Sergey Brin, cofundador de Google, que está siempre a la vanguardia de la innovación, ya ha invertido importantes sumas de dinero para el desarrollo de este nuevo concepto de cultivo. 

De modo que no se extrañe si algún día comienza el bombardeo de información y, aunque al principio haya dudas y ciertas reticencias (“no será verdad…”, “no es posible…”), probablemente en poco tiempo la gente termine por acostumbrase. Y finalmente llegará el día en que nuestros hijos o nietos ni siquiera se lo cuestionen, porque les dará exactamente igual de dónde ha salido la carne que hay dentro de su hamburguesa (...¡como de hecho ya les ocurre actualmente a muchos!). 

¿Se apunta a las hamburguesas de laboratorio? ¿Estaría dispuesto a probarlas? ¿Qué le parecen estos nuevos alimentos de cultivo? Le invito a compartir su opinión con el resto de lectores de Tener S@lud dejando un comentario en este enlace.

¡A su salud! 

Juan-M. Dupuis 



Para más información sobre los Dossiers, vea el vídeo que le hemos preparado en este vídeo.
¿Qué le han parecido estos nuevos descubrimientos? ¿Cree que acabaremos alimentándonos de este tipo de productos en el futuro? Le invito a compartir su opinión con el resto de lectores deTener S@lud en este enlace

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´Pan, techo y trabajo´

Cientos de personas piden ´pan, techo y trabajo´

Las Marchas por la Dignidad ponen fin a su Semana de Lucha con una manifestación en Valencia

30.11.2014 | 00:58



Cientos de personas piden ´pan, techo y trabajo´



Las Marchas de la Dignidad recorrieron ayer las calles del centro de Valencia en una manifestación que puso fin a su Semana de lucha, aunque sus portavoces apuntaron que «si todo sigue igual, seguiremos en la calle».

Así se pronunció ayer Rafa Ferrandis, representante de las entidades, antes de que comenzara la manifestación convocada a las 18.00 horas en la Plaza de San Agustín para llegar a las puertas de la sede de Delegación de Gobierno en la calle Colón. Ferrandis señaló que reclaman, como en anteriores ocasiones, «pan, techo, trabajo y dignidad... a pesar de que la dignidad no es una reclamación, es algo que tenemos». También comentó que las Marchas «son una suma de colectivos» que reivindican «lo que pide la PAH y las plataformas de desempleados», por lo que están «en contra de los desahucios y del terrorismo patriarcal», mientras que están a favor de la renta básica y de todas las reclamaciones del resto de colectivos. Marchas similares recorrieron otras capitales de provincia, entre ellas Castelló y Alicante.


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sábado, 22 de noviembre de 2014

10 pasos para convertirse en una persona madrugadora.


Escritora y yogui




Buena Vista Images via Getty Images


En un mundo perfecto, todos seríamos madrugadores y aprovecharíamos bien la mañana. Nos levantaríamos con calma, frescos y listos para comenzar el día. Pero este no es el mundo perfecto, y muchos tenemos unos hábitos matutinos frenéticos que sólo acaban bien si somos capaces de llegar al trabajo a tiempo y sin manchas de café en la camisa.
Levantarse temprano tiene muchas ventajas: no sólo tienes más tiempo para las actividades productivas y ociosas, sino que además nuestros días se hacen menos estresantes. Ya lo sabemos.
Sin embargo, por mucho que lo intentemos, y aunque pongamos el despertador muy temprano, siempre terminamos dando al botón de repetición (una y mil veces). Nos vamos a la cama con la mejor de nuestras intenciones: nos decimos a nosotros mismos que nos levantaremos con tiempo suficiente para disfrutar de un desayuno saludable y adecentar nuestro aspecto.

Pero de alguna forma estas intenciones se disipan entre nuestros sueños y, de repente, esa clase de spin a 6 de la mañana nos parece mucho menos necesaria cuando el sol empieza a colarse por las las persianas y colchón nos abraza con calidez.
Nuestra capacidad para levantarnos temprano, felices y productivos no sólo se ve afectada por el número de horas que durmamos por la noche. Con todo, es posible transformarse poco a poco en una persona madrugadora. Lo creas o no, las mañanas pueden ser la mejor parte del día.
Sin plazos que cumplir. Sin niños que alimentar. Sin emails que responder. Puede ser tu momento de soledad, en el que ser capaz de relajarte, conectar contigo mismo y conseguir llegar al trabajo en hora. ¿Cómo?
1. Duerme más. Vale, no os estoy descubriendo América, pero empezamos por lo más obvio y que más nos irrita escuchar y ya nos lo quitamos. No sólo es que muchos queramos dormir más, sino que además lo necesitamos. De la misma forma en que necesitamos sacar tiempo para hacer ejercicio, también necesitamos planificar entre 7 y 9 horas de sueño al día, pues es uno de los aspectos esenciales para nuestra salud. Lo que obtenemos con una buena noche de descanso no se puede sustituir con nada.
Aun así, la gente insiste en que está muy ocupada para sacar más tiempo para dormir. No hay excusas que valgan: hasta la persona más ocupada del mundo puede dividirse sus horarios de forma que pueda dormir ocho horas. No debes poner en peligro tu salud por el éxito. Una investigación de Harvard Health reveló que una buena dosis de sueño de manera regular está asociado a:
- Una mayor consolidación de la memoria
- Mejor peso y metabolismo
- Refuerzo en el estado de ánimo y en la concentración
- Reducción de la presión arterial y de los niveles de estrés
Cuando no duermes lo suficiente, tu cuerpo no funciona correctamente al cambiar otros hábitos, y tus niveles de motivación y producción están lejos de donde podrían estar.
2. Nada de pantallas en el dormitorio. O, al menos, intenta que haya el menor número posible. Para algunos, esto significa la televisión. Si te parece demasiado drástico, proponte apagarla a una hora determinada. Asimismo, no hay que usar ni el portátil ni la tablet en la cama. Aunque no me atrevería a decir que también dejáramos fuera los móviles (ya que muchos lo utilizan como despertador), evita que esa pantalla sea la última cosa que veas antes de dormir. La mayoría de nosotros pasamos días enteros mirando pantallas, y puede llegar a ser complicado para nuestro cerebro.
Convierte tu habitación en un templo de la relajación y el sueño. Aunque creas que verHouse of Cards en la cama es la definición de relajación, cuando se trata de dormir, a tu cerebro le cuesta realizar la transición. Puedes estar igual de cómodo viendo la tele desde el sofá. Restringe tu contacto con las pantallas al menos una hora antes de ir a la cama. Si no tienes más remedio que usar el móvil, al menos ajusta el brillo del teléfono para que sea lo más tenue posible.
3. Vete a la cama cuando estés cansado. La gente suele tener un horario más o menos fijo para irse a la cama. Así, cuando hemos tenido un día especialmente duro, ignoramos a nuestro cerebro si nos dice que estamos agotados horas antes de nuestro horario habitual. No ignores las señales de tu cuerpo. Al igual que esperar demasiado tiempo para ir a la cama con el fin de que una pastilla haga efecto, forzar tu cuerpo a pesar del cansancio en vez de irte directamente a la cama también puede tener efectos adversos. Así, lo que estás haciendo es engañar a tu mente, que luego te impide dormir una vez que te metes en la cama por muy agotado que esté tu cuerpo físicamente.
4. Crea tu propia rutina y tu ambiente nocturnos. Personalmente, después de ducharme me gusta leer (¡libros en papel!) y beber té sin teína (los que llevan camomila y/o lavanda funcionan mejor) unos 30 o 45 minutos antes de intentar dormirme. Sea cual sea tu elección, asegúrate de que va a ser una experiencia relajante y algo que podrás repetir todas las noches. Con el tiempo, tu cuerpo se acostumbrará a este ritual y sabrá cuál es el momento de desconectar e irse a la cama. El entorno en el que vayas a dormir también es importante. Si está limpio y ordenado, tu mente lo tendrá más fácil. De nuevo, tu habitación debería ser un espacio tranquilo, un lugar al que sólo vayas a relajarte y a dormir.
5. Deja de darle al botón de repetición de la alarma. Si te levantas un poco grogui a pesar de haber dormido muchas horas, es porque tu fase REM (de movimiento ocular rápido) se ha interrumpido. Nuestro sueño más profundo suele durar entre 70 y 90 minutos, y este es el punto en el que soñamos. Es mejor despertarse en los primeros estadios de la fase REM en los que el sueño es más ligero.
Con aplicaciones como Sleep Time, puedes poner una alarma que capte la frecuencia de tus ondas de sueño para que sólo suene (de forma relajante) cuando sepa que ya no estás en un ciclo profundo de la fase REM.
6. Empieza a moverte desde el principio. Como hemos dicho antes, nuestra habitación debería ser un lugar tranquilo de relajación, así que al despertarnos, tenemos que salir de ahí lo antes posible, aunque sólo sea para ir a la cocina a por un vaso de agua. Cuando nos quedamos en la cama a revisar Twitter o damos vueltas bostezando, estamos dando paso a la pereza. En cuanto te despiertes, levántate y empieza a moverte.
7. Levántate a la misma hora todos los días. Al final, ni siquiera necesitarás un despertador. No te pongas la alarma la noche anterior basándote en si tienes o no que ducharte, en si puedes llegar un poco tarde, etc. ¿Conoces esa sensación de despertarte justo unos minutos antes de que suene el despertador? Es tu reloj interno. No te metas con él. Intenta limitar también las horas de sueño los fines de semana, pues pueden alterar el ritmo de tu cuerpo.
8. Haz ejercicio por la mañana. Vale, ahora estarás pensando: "¿Estás loca? Apenas tengo tiempo para pasar por Starbucks, como para poder ir al gimnasio...". Sin embargo, hacer yoga o salir un rato a correr te ayuda a eliminar toxinas de tu cuerpo, las que afectan negativamente a tu sueño. Obviamente, una buena sesión deportiva es algo que todo el mundo debería incorporar a sus agendas de forma regular. Los que estamos tan ocupados que pensamos que ni siquiera nos podemos permitir algo más de sueño solemos dejar el deporte en un segundo plano, lo cual es un grave error.
Hacer algo de ejercicio rápido cada mañana no sólo te ayuda a comer de forma más saludable a lo largo del día, sino que además es algo que te quitas desde el principio, y así no tienes que preocuparte más por ello en todo el día. Mejorarás tu metabolismo y tu energía, lo que hará que aumente también tu productividad. Cuando nos convencemos de que vamos a hacer ejercicio por la noche después del trabajo, normalmente llegamos agotados física y mentalmente, lo cual hace casi imposible que nos pongamos en plan deportistas después de las seis. Nos ponemos excusas a nosotros mismos. Cuando dejamos de hacer ejercicio y nos olvidamos de eliminar todas esas toxinas, entramos en el círculo vicioso de la mala alimentación, que también afecta a nuestro sueño.
9. Exponte a la luz natural. Trata de obtener a lo largo del día una buena dosis de vitamina D. ¿Que no hace sol? Pues sal al menos 15 minutos a tomar aire fresco, o siéntate al lado de una ventana que reciba luz natural.
En lugares en los que apenas sale el sol, especialmente durante los meses de invierno, algunas personas podrían plantearse la idea de comprar una lámpara solar. Ayuda a nuestro reloj biológico e incluso está asociada con una reducción de los síntomas de la depresión al regular los compuestos químicos de nuestro cuerpo.
10. Ten siempre algo que estés deseando hacer. Planifica tu semana de forma que tengas algo en mente que te apetezca mucho, aunque sólo sea llamar a un amigo para quedar, o probar un sitio nuevo para comer. Sí, sí, pequeños placeres. Aunque sería ideal que a todos nos encantara nuestro trabajo, resulta que no se da el caso. En cambio, lo de planear actividades o cenas con amigos durante la semana nos gusta más. Date un motivo para saltar de la cama. No esperes al viernes.
Cuando seas capaz de levantarte más temprano, tú decides la forma en que empleas tu tiempo. Quizás quieras una hora extra cada mañana para empezar con un proyecto personal con el que has estado soñando. Quizás quieres un momento tranquilo para disfrutar de una taza de café, completamente solo en tu cocina. Te sugiero que te tomes tu tiempo al comienzo del día para concentrarte en el momento presente. La vida es frenética, y estamos constantemente yendo de un sitio a otro. La mañana es el momento perfecto para ponerte al día contigo mismo.
Mientras estés tomándote el café y preparándote, piensa en cinco cosas por las que estás agradecido en la vida. Haz una lista con lo que hayas conseguido esta semana, y de lo que estés orgulloso. Empezar el día con calma, meditación y gratitud te dará ánimo para todo el día. La mañana puede convertirse en un momento de gozo, pero para que esto ocurra, tienes que darte un tiempo para cambiar tus actividades y tu enfoque.
Los cambios no tienen que ser drásticos, pero es importante admitir que alguna modificación tiene que producirse. Al principio será un poco incómodo, pero eso no es malo. Al final, habrá merecido la pena.
Traducción de Marina Velasco Serrano

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Los niños del carbón. (los conoces? pobres criaturas, de Filipinas o de cualquier parte del mundo, merecen ser niños tod@s)

El Gobierno filipino ha destruido los hornos y las casas donde cientos de menores trabajaban y vivían con sus familias

 Manila 3 OCT 2014 - 19:43 CEST

Rendel, de 13 años, vive de su trabajo en la cadena de producción de carbón. / MANU MART

Para llegar a Smokey Mountain hay que atravesar el mercado de Divisoria, que separa los barrios de Binondo y Tondo, el distrito geográfico más poblado de Manila. El tráfico en este punto es aún más caótico que en el resto de la ciudad. A un lado de la carretera, los muelles de carga del Puerto de Manila son una continua entrada y salida de enormes camiones. Al otro lado, pequeñas casas y decenas de personas caminando entre los coches y los arcenes, y cada cien metros, cuando el muro que divide ambos sentidos se rompe, un camión, un coche, una pequeña motocicleta, aprovechan para cambiar el sentido, provocando un caos aún mayor.
Fuera ya de la autopista, en las calles, poco a poco el fango está más presente y la sensación de falta de oxígeno también. Cuando se entra en Smokey Mountain, el aire se va enrareciendo, y todo se ve rodeado por una densa y húmeda neblina. Llegado un punto, ningún vehículo continúa, las calles se vuelven especialmente estrechas y es necesario seguir a pie. En Smokey Mountain no entran coches, pequeñas tablas de madera guían los pasos sobre canales de aguas densas y estancadas donde continuamente cae una pelota de baloncesto, el deporte nacional en Filipinas si exceptuamos las peleas de gallos. El humo ya atraviesa los pulmones y provoca tos de manera irremediable mientras se camina entre viviendas construidas a partir de frágiles planchas de metal que se amontonan unas sobre otras. Todos los caminos serpentean hacia el corazón de Smokey Mountain, 200 hornos en los que hasta hace un par de meses se procesaban diariamente toneladas de madera, transformándola en carbón.
En 1998, Thomas Tham —fundador de Empowering Lives Asia (ELA)— visitó por primera vez Smokey Mountain. "No fue hasta 2008 cuando decidí quedarme, tras el desalojo de la comunidad de Old Smokey Mountain, al otro lado de la bahía. Entonces el Gobierno prometió casas que nunca llegaron y, finalmente, se quedaron en los terrenos que hoy conforman New Smokey Mountain, parcelas abandonadas en el gran vertedero junto al que vivían".
El pasado julio, el Ejecutivo filipino decidió demoler también New Smokey Mountain y avisó a sus habitantes con tan sólo dos semanas de antelación, por lo que a la mayoría la decisión les cogió por sorpresa. Según Thomas Tham, muchos de ellos ni siquiera sabían dónde ir, puesto que el Gobierno, sólo en los casos en los que la familia era propietaria de una casa, les ofreció una vivienda alternativa en otra provincia, lejos de Tondo. “En el caso de que rechazaran la casa como compensación, la Administración ofreció una pequeña ayuda económica, tan pequeña que ni siquiera sirve para pagar la mitad de una nueva, y mucho menos para iniciar un negocio”.
La asociación Empowering Lives Asia lucha por buscar un futuro para los niños
En el año 2011 Thomas creó Young Warriors, un grupo de niños de Smokey Mountain apadrinados gracias a las donaciones privadas que llegan de diferentes personas en el mundo. “Basado en dos principios fundamentales, educación y medios de vida alternativos, ELA ha logrado en estos años poder patrocinar los estudios de unos 200 niños y dotar a muchas de sus familias de medios de vida alternativos a la producción del carbón, como la creación de pequeños negocios que se extienden entre la comunidad gracias a un sistema de microcréditos que las familias devuelven poco a poco”.
Ante esta realidad, uno de los retos de Thomas era inculcar a sus guerreros valores como orgullo y dignidad, y mantener su autoestima que en ocasiones veían amenazada, “como cuando acudían al colegio y sus compañeros de clase se reían de ellos por el olor a humo que desprendían”. Thomas ha luchado por que el grupo fortalezca a la comunidad, y por eso al menos una vez por semana, los jóvenes Young Warriors se vestían con los uniformes de boy scout, y realizaban diferentes tareas en beneficio de la misma, creando de esta manera un sentimiento de grupo, y animando a otras familias a unirse al proyecto. “La finalidad no era otra que alejar a los niños del trabajo en los hornos. Las jornadas podían llegar a durar 16 horas, pero si iban a la escuela, esa jornada se reducía a más de la mitad. Pero no eran pocas las ocasiones en que faltan a clase, ya que la familia necesita de su trabajo para poder llegar a tiempo con la venta del carbón”, relata.
Los hornos de carbón funcionaban las 24 horas del día y junto a ellos vivían alrededor de 2.000 familias
Cuando visitamos Smokey Mountain estaba aún en pleno funcionamiento; había aproximadamente 200 hornos operando. Se repartían entre las familias de la comunidad, que tenían que pagar 200 dólares para lograr la licencia que les permitía explotarlos. Estaban activos las 24 horas del día y en torno a ellos vivían alrededor de 2.000 familias, aunque el número es difícil de concretar, porque constantemente llegaban nuevas que se instalaban en busca de trabajo. La mayoría contaba con modestas viviendas, algunas oficiales y otras no, pero cada noche, alrededor de una vieja televisión, decenas de niños se amontonaban para mirar su serie favorita. Algunos de ellos dormían en casa de algún amigo y otros muchos lo hacían alrededor de los hornos en los que al día siguiente trabajarían para dejarlo preparado, y que de esta manera pudiera comenzar el proceso para la obtención del carbón.
Una vez preparado el horno, las familias solían recurrir a la mano de obra extra y barata que les suponían los niños de Smokey Mountain. El trabajo en la cadena de producción del carbón dependía de la edad de cada uno. Los más pequeños, que no solían tener más de ocho o nueve años, no se empleaban aún en tareas mayores, y se dedicaban a ir de horno en horno, cargados con pequeños sacos que iban llenando de los clavos que encontraban entre las cenizas. Son mucho más fáciles de arrancar que directamente de la madera, pero también había bisagras, tornillos, pequeñas piezas de metal que después revendían, consiguiendo sacar algo menos de un dólar por saco. Algunos, algo más mayores, se adentraban en el vertedero que hay junto a Smokey Mountain y allí recogían botellas de plástico que también revendían.
A medida que los niños crecen, sus trabajos se endurecen. Comienzan a limpiar los hornos y las tareas de limpieza exigen  continuos viajes al mar cargados con cubos de agua que usan para enfriar el suelo de los hornos. Una vez enfriados, comienzan las labores de limpieza, con palas que manejan con la destreza de un adulto. Mientras tanto, dos o tres de los niños transportan la madera que la familia ha comprado para quemar. Poco a poco la van lanzando para apilarla junto al horno, donde se coloca dejando respiraderos para el humo, de modo que el proceso de quema se acelera, y tardan en obtener el carbón unos cuatro o cinco días, en lugar de los 11 que tarda el proceso habitualmente.
La rapidez era algo fundamental para lograr mantener el ritmo de producción y todas las manos eran bienvenidas, sobre todo teniendo en cuenta que en muchos de los casos algún miembro de la familia estará enfermo, débil, cansado. La tuberculosis, la hepatitis A, las enfermedades respiratorias y los problemas en la piel son afecciones comunes en la vida en los hornos, y reducen la esperanza de vida del lugar a los 40 años. El humo que proviene de la madera ardiendo es especialmente tóxico al final de cada quema, cuando su color marrón indica que el proceso ha terminado y el carbón está listo para recogerse. Pero no sólo el humo. El agua es otra de las principales causas de enfermedad, ya que comprar una garrafa de agua potable suponer un precio de unos 20 pesos (35 céntimos), que muchos de las familias no pueden pagar, por lo que compran el agua sin tratar. Además, los accidentes debidos a caminar descalzos entre la madera por culpa de los clavos que sobresalen amenazantes, provocan múltiples heridas con infecciones muy complicadas de curar en la mayoría de los casos.
Una vez recogido el carbón en sacos, las familias los vendían a un precio aproximado de 400 pesos (siete euros). Esto puede suponer para una familia un total de unos 8.000 pesos semanales según los cálculos de ELA. A ese dinero, había que descontar el precio por la compra de la madera y el pago de la mano de obra contratada para los diferentes trabajos que había que realizar. Uno de ellos, quizás el más importante, es el transporte del carbón para su entrega. Los camiones que recogen el carbón sólo esperan unos minutos en la autopista, fuera de Smokey Mountain, por lo que los sacos han de transportarse rápidamente. Si no, la venta se perderá, y la familia no podrá pagar la siguiente remesa de madera, lo que provocará menos beneficios y obligará a realizar trabajos extraordinarios a sus miembros.
En un principio, el objetivo de Thomas, a través de ELA, era ayudar a los niños que trabajaban en los hornos y que pudieran alejarse poco a poco de ellos a través de programas educativos, así como intentar procurarles el acceso a la sanidad básica, debido al gran número de enfermedades respiratorias e infecciosas que sufre la población allí y poner en marcha programas de nutrición para los más pequeños. Pero desde que Smokey Mountain fue barrido por el Gobierno, la labor de ELA ahora se centra en 30 familias divididas entre Tondo y la provincia de Bulacan, donde está construyendo un centro para facilitar que los niños continúen sus estudios y facilitar a sus familias el acceso a nuevos negocios.
No obstante, la decisión tomada por el Gobierno ha provocado unas consecuencias gravísimas. Ha privado a una comunidad de su principal medio de vida. Y en la gran mayoría de los casos, sin ningún tipo de compensación a cambio. Según Thomas Tham, “a día de hoy, esas 30 familias siguen esperando en el vertedero que el Gobierno les entregue su casa. Pero la peor parte del conflicto sin duda es para los niños, aquellos Young Warriors que, sin familia, vivían en Smokey Mountain". ELA está intentando encontrar a familiares de estos pequeños y, en algunos casos, poder apadrinarlos, pero los recursos no son los suficientes. Muchos de ellos siguen acudiendo a diario al vertedero y, entre montañas de basura humeante, buscan plástico con el que llenar sacos que vender después y lograr así el dólar diario que necesitan para poder comer.

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viernes, 21 de noviembre de 2014

Ciencia/Animales: El THC y el CBD junto con la radioterapia puede ser muy eficaz en los tumores cerebrales agresivos.

Boletín de la IACM del 19 de Noviembre de 2014



Ciencia/Animales: El THC y el CBD junto con la radioterapia puede ser muy eficaz en los tumores cerebrales agresivos

Cuando los cannabinoides naturales THC (delta-9-tetrahidrocannabinol) y CBD (cannabidiol) se utilizan para el cáncer juntos con la radioterapia los tumores prácticamente pueden desaparecer. Una nueva investigación realizada por especialistas de la Universidad St George de Londres estudió el tratamiento de tumores cerebrales con células cancerosas y ratones, y descubrió que el tratamiento más eficaz era combinar THC y CBD con radioterapia.
Los resultados demostraron una reducción (y duración) dosis dependiente de la viabilidad de las células cancerígenas con cada uno de los cannabinoides. La combinación de los dos resultó ser más eficaz que la suma de sus efectos por separado. Del mismo modo, las células pretratadas con THC y CBD durante 4 horas antes de la irradiación aumentaron su sensibilidad a la radioterapia en comparación con el pretratamiento con uno de ellos solo. Estos resultados con células cancerosas fueron confirmados en ratones con glioma, un agresivo tumor cerebral. Vieron reducciones dramáticas en los volúmenes tumorales cuando se utilizaron los dos cannabinoides con irradiación. En el grupo tratado de ratones el volumen medio disminuyó en casi el 90% en el día 21 de tratamiento comparado con el grupo no tratado (5'5 frente a 48'7 milímetros cúbicos). Los autores afirman que "nuestros datos ponen de relieve la posibilidad de que estos cannabinoides puedan actuar sobre las células de glioma haciendo que respondan mejor a la radiación ionizante, y sugieren un potencial beneficio clínico para los pacientes de glioma mediante el uso de estas dos modalidades de tratamiento".


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jueves, 20 de noviembre de 2014

El día que me rompí el cuello‏.

Estimado lector: 

Le voy a contar una historia real que le podrá leer a sus hijos o nietos. Quizá así podrá evitar que un día tengan un desafortunado accidente. Esta historia nos recordará también a nosotros, los adultos, lo preciosa y frágil que es la vida. 

«Ahí estoy, flotando en el agua, boca abajo, incapaz de girar la cabeza para respirar. Siento cómo me lleva la corriente suavemente y no me puedo dar la vuelta para gritar. Las piernas no me responden. Intento nadar, pero mis brazos están inmóviles. Espero que mi padre se dé cuenta de que algo va mal. Está a tan sólo unos metros. Pero no se entera de nada. Cuando yo era pequeño, solía jugar a hacerme el muerto en el agua para asustar a los demás. 

Con un esfuerzo sobrehumano, consigo por fin girar levemente la cara. Mis labios salen del agua durante una fracción de segundo, lo suficiente para que mi padre me haya oído murmurar "¡Socorro!". 

Éste fue mi primer golpe de suerte tras haberme roto el cuello ante unas treinta personas. Me había pasado la tarde saltando al río desde las rocas, cada vez con más valentía, más fascinación, a menudo solo y libre. Tenía 26 años. Nunca había tenido un accidente. Ese año el río estaba especialmente caudaloso por el deshielo. Se habían formado piscinas profundas, cavadas en el granito, cada una con su misterio, que las hacía extrañamente atractivas. A estos hoyos de agua los llamábamos marmitas. Sin embargo, igual que los accidentes de coche se suelen tener cerca de casa, yo fallé el salto en el lugar que mejor conocía, al lado de donde mi familia y amigos estaban de picnic. 

Mi padre se tiró al agua y me sacó la cabeza a flote. Con la ayuda de un amigo, me sacaron del río y me pusieron de pie. Es un milagro, pensaba, puedo tenerme en pie. Pero no conseguía mover los brazos. Pensaba que se me habían roto. No me dolía el cuello. No tenía ni idea de lo que me había pasado y pensaba volver a casa para descansar un rato y recuperarme. 

Afortunadamente, me encontraba con personas más sensatas. Una llamó a la ambulancia y otra, que tenía un diploma de socorrista, me tumbó en el suelo y me dijo que seguramente tenía un traumatismo neurológico. Llegó la ambulancia y me llevó en 45 minutos al hospital del valle. Me hicieron una radiografía de las manos, que las tenía destrozadas y, por si acaso, del cuello. Las imágenes revelaron que en las manos no me había hecho absolutamente nada. En cambio, la quinta vértebra cervical había estallado, comprimiendo la médula espinal, lo que provocó una hemorragia. 

Un neurólogo me explicó más tarde que tenía el canal raquídeo más ancho que la media, lo cual dejaba aún espacio a la médula espinal a pesar del accidente. Las raíces nerviosas que salen de esta vértebra son las que controlan las manos, y por eso me daba la impresión de tener los brazos rotos y no podía moverlos. 

El médico decidió darme cortisona por vía intravenosa para disminuir la inflamación y minimizar los daños en la médula espinal. A continuación, me dio a elegir entre sustituir mediante cirugía la vértebra aplastada por un disco de titanio, o colocar un collarín fijado a los hombros para inmovilizar la cabeza durante tres meses, el tiempo que tarda el hueso en curarse. 

Escogí la opción del collarín para evitar los riesgos de la cirugía. Fueron tres meses muy duros. Me pasaba las 24 horas del día con un aro de fibra de carbono fijado a la cabeza, sujeto por cuatro barras rígidas atadas a la chaqueta. No podía dormir boca arriba ni ducharme. 

Pronto me pude volver a levantar. Mi siguiente triunfo fue poder ir solo al baño. Con mucho cuidado, logré volver a andar. Podía saludar y conseguí firmar documentos con una caligrafía digna de un alumno de párvulos. Me atiborraban de analgésicos que me sumían todo el día en un plácido duermevela. Por la noche, perdía la lucidez y me encontraba con el río, otro río aún más fantástico. Iba a bañarme, pero era incapaz de salir a la superficie. Descubrí que podía respirar bajo el agua. Tras varias semanas, los médicos me mandaron a casa y empezó la espera. 

Al cabo de tres meses me quitaron el collarín, que me dejó unas cicatrices muy profundas y el cuello atrofiado.

Han pasado tres años ya y aún no he podido recuperar los músculos ni la amplitud de movimientos. Sé que voy a tener que convivir con un “talón de Aquiles” en alguna parte de la mandíbula. 

El dolor fantasma que invadía mis manos ha ido desapareciendo lentamente, al igual que lo hicieron los botes de analgésicos. Si estoy mucho tiempo boca arriba, los dedos se me vuelven a paralizar. 

Pero estoy feliz. Casi me quedo parapléjico, tetrapléjico o me muero ahogado. ¡Tuve mucha suerte! Si usted tiene un cuerpo que funciona y no le duele, recuerde que basta un segundo para destruir esta maravilla para siempre». 

Ésta es la verdadera historia de lo que le ocurrió a un joven americano, Wesley Dodson. (1) 

Le agradecemos que la haya querido compartir. Y esperamos que nos haga a todos un poco más prudentes. 

¡A su salud!

Juan-M. Dupuis 

Fuentes: 

  1. La historia en versión original se encuentra publicada en ScienceBlogs "The Time I Broke My Neck". 

¿Ha vivido usted alguna experiencia que le ha hecho cambiar su forma de actuar y de ver la vida? Si es así le invito a compartirla con el resto de lectores de Tener S@lud haciendo un comentario en este enlace

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lunes, 17 de noviembre de 2014

Con un solo beso se transfieren hasta 80 millones de bacterias.

Este intercambio de baterias puede evitar el traspaso de futuras infecciones
En el cuerpo hay millones de bacterias que forman la 'microbiota' y sirven para protegernos
Los besos ayudan a formar una 'microbiota' similar en las parejas.


En un beso de 10 segundos de duración se transfieren hasta 80 millones de bacterias. Así lo afirma un estudio realizado por unos científicos holandeses publicado en la revista Microbiome. Pero esto no es necesariamente negativo, ya que, este intercambio puede ayudar al sistema inmunológico de la pareja.

Según el estudio realizado por la revistaMicrobiome, recogido por el diario Daily Mail, los biólogos holandeses han realizado un estudio que demuestra que en un beso de 10 segundos de duración se transfieren 80 millones de bacterias.
Pero, según este mismo estudio, este intercambio de bacterias no tiene por qué ser malo, ya que, compartir estos gérmenes puede proteger más adelante de infecciones que podrían trasmitirse uno a otro.
Los humano llevamos en nuestro cuerpo millones de bacterias que forman la ‘micorbiota’, o lo que es lo mismo un conjunto de organismos que desempeñan un papel crucial en la digestión de los alimentos y en la defensa contra las infecciones.
Remco Kort, de la Organización Holandesa para la Investigación Científica Aplicada, explica que después de estudiar a 21 parejas llegaron a la conclusión de que los besos ayudan a formar una ‘microbiota’ compartida, es decir, una mezcla similar de bacterias.
Los investigadores, cuyos resultados se publican en la revista Microbiome, concluyen que las parejas que comparten nueve besos íntimos al día tienen una microbiota muy similar, lo que significa que pueden estar mejor preparados para hacer frente a las infecciones similares y digerir alimentos iguales.

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