domingo, 27 de octubre de 2013

Comemos a las 3 por antojo de Franco.

Tradicionalmente la hora se adelanta y se atrasa en primavera y otoño, respectivamente, pero hubo un año que no fue así, en 1941 Franco no retrasó los relojes al llegar octubre, para adaptarse al horario de los alemanes durante la guerra. Te contamos las consecuencias de todo esto.

Reuters


El Gobierno se ha propuesto cambiar la hora y los horarios, porque, como apunta la subcomisión o grupo de trabajo para el estudio de la Racionalización de Horarios, la Conciliación de la Vida Personal, Familiar y Laboral y la Corresponsabilidad del Congreso de los Diputados, los españoles no distribuimos bien el tiempo.
Cuando el resto de europeos comen entre las doce y la una de la tarde, nosotros lo hacemos a partir de las dos, es más, tardamos entre 40 y 60 minutos, mientras nuestros vecinos lo hacen en unos 20 minutos. ¿En qué se traduce esto? Somos menos productivos (aunque trabajemos más tiempo), comemos más y peor (dos platos y postre todo junto no hacen bien a nadie) y dormimos menos. En definitiva, no aprovechamos nada el día.


¿Y por qué este desfase en los horarios?


Podríamos pensar que influyen el clima, la situación geográfica o incluso el idioma, pero no, no  tienen nada que ver en el asunto. De hecho, hasta los años 30 del pasado siglo, en España se comía y se cenaba antes. Es más, según el profesor de historia de la Universidad de Sevilla, Manuel Romero Tallafigo, “si viajamos siglos atrás, la población campesina (la española en su mayoría) empezaba a trabajar cuando salía el sol y terminaba cuando se ponía, por lo que se levantaban muy temprano, almorzaban sobre las doce (el verdadero mediodía) y cenaban entre las siete y las ocho, al terminar la jornada. Así, nuestro tiempo lo regía el sol”.
La mudanza de horarios y costumbres llegó en el siglo XX, como nos cuenta Romero Tallafigo, “el huso horario se cambió en 1942 para adecuar nuestro reloj al de los alemanes en los primeros años del régimen de Franco”. ¿El resultado? Cuando el Sol está más alto en el cielo, es decir, a las 12 del mediodía según la hora solar, los relojes españoles marcan las 13:30. Por lo cual, no es que comamos tarde, ¡es que tenemos el reloj adelantado! Esto, sumado a la extensión del horario laboral durante la posguerra (muchos españoles se vieron obligados a coger dos trabajos para poder mantener a su familia) nos acostumbró a hacer una comida fuerte sobre las dos y a cenar mucho más tarde, al salir del segundo trabajo. De ahí también, lo de irnos a dormir con más demora que nuestros vecinos europeos.


¿Y si volvemos a Greenwich?


Ahora el Congreso se plantea pedir al Gobierno un estudio socioeconómico para saber cómo nos afectaría cambiar el huso horario en España, recuperando el de Greenwich (una hora menos), adelantando nuestra hora de comer, además de entrar y salir antes del trabajo. Creen así que dispondremos de más tiempo para la familia, la formación, la vida personal, el ocio, y evitaremos tiempos muertos en la jornada laboral diaria.



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